miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tendencia.

Cuanto antes nos demos cuenta de que no le importamos a nadie, mejor para nuestro colon irritado. Porque estos nervios licuan nuestro sistema digestivo y convierten lo que comemos en una plasta difícil de quitar. Cuanto antes nos tranquilicemos, antes dejaremos de sentir que estamos manchando los calzoncillos con el enésimo frenazo sobre frenazo. Lleguemos, pues, a la paz de saberse nadie. Nuestros amigos nos han dicho que lo estamos petando. Nos han dicho que somos tendencia. Hay foros que hablan de nosotros. Foros importantes. Esferas importantes de la cultura blogger que han mencionado nuestro nombre. Y ya sabéis: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.  Pero es que esto me está matando. Nos está matando: ser tendencia es agotador. Molar siempre es agotador. No puedes dar un paso en falso, no puedes permitirte no saber algo, no entender de algo, no haber leído, visto, consumido algo que era un poco más tendencia que tú. No puedes pasar de moda nunca porque tú marcas qué es la moda. Y entonces pasa lo que pasa: tienes esa cara de “ei, soy el típico tío que mola, ese blogger del que has oído hablar en las esferas culturales que más molan”, ya sabes, tienes esa cara y esa pose y tienes, y eso no lo confesarás nunca, un frenazo en los calzoncillos porque hace 5 malditos meses que tus heces son una masa informe que te irrita el colon. Putos nervios. En el fondo lo sabes: eres un paria que solo ha llegado un poco antes a la información que el resto. Un tipo un poco más conectado a las tendencias (¿Pero qué diablos son las tendencias? Maldita sea, ahora hay que enarbolar la bandera de la baja cultura hispánica de los años del destape ¿qué películas tengo que ver para saberlo? Mierda, justo ahora que estaba a punto de ser un entendido en la filmografía de Haneke, tendría que haberme puesto las pilas antes. Estoy llegando tarde, estoy dejando ser tendencia). No lo neguemos, chicos, esto es como cuando estábamos en el instituto y las chicas se reían de nosotros porque éramos unos apestados. ¿Os acordáis de vuestra primera cita? ¿os acordáis de la cara de hombre bregado en el asunto que poníais cuando ibais a meter el cabezazo, de esa manera tan torpe, de esa manera tan entrañablemente inocente? Cuánto hubo que fingir hasta que encontramos a esa persona que nos hizo caso, a la que dio igual nuestras dioptrías. Esa que se conformó con la verdad. Esa a la que no le hizo falta que fuera alguien.
Y ahora, volvemos a aquella época. Creyéndonos alguien. Algun tipo de personaje influyente para no se sabe bien qué círculo social. No nos engañemos: ¿Os habéis fijado en la cantidad de guetos que tiene el mundo blog? Mientras unos celebran “El día del jersey a rombos” pensando que toda la bloggosfera está al tanto del asunto, otros están centrados en una polémica entre un blogger de esos que marcan tendencia y otro más, pero que son totalmente desconocidos para los del primer grupo. Y así, casi, hasta el maldito infinito. Pero nuestros colegas nos han dicho que somos tendencia. Nos lo han dicho tantas veces que pensamos que molamos. Pero es que no sé para quién. Ni sé si merece la pena.

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